El trabajo de un centenar de personas que los fines de semana elabora mas de diez ollas populares en todo Treinta y Tres se esta volviendo cada vez mas común en la ciudad mas golpeada del país por el COVID-19 desde que comenzó la pandemia. Muchos de los voluntarios son personas que también están pasando un momento difícil, tanto económico como emocional y encuentran en cada olla una forma de acercarse o vincularse colaborando con lo que pueden.
En marzo pasado el Instituto Nacional de Estadística (INE) presentó su último informe de la Encuesta Continua de Hogares (ECH), correspondiente a 2019, al analizar los indicadores según áreas geográficas a nivel de hogares, se da cuenta de que Treinta y Tres es uno de los departamento que tiene el valor más alto de pobreza en el país.
El informe señala que el total de personas bajo la línea de pobreza se ubicó en 8,8 %, lo que implica un aumento de siete décimas con respecto a la medición del año 2018, cuando el resultado fue 8,1 %.
Esos números del 2019 sumados a la cruel realidad que estamos atravesando nos hace reflexionar sobre nuestra sociedad, donde para muchos llevar el plato de comida del día a día es casi una misión imposible y tienen la obligación de salir, después tenemos otros con mejores niveles económicos que rompen una cuarentena donde ponen en riesgo no solo la salud de los que se encuentra a su paso sino la vida de muchos que si o si tienen que salir a pelearla. Mientras no nos cuidemos entre todos, seguiremos aumentando los tiempos para volver a una nueva normalidad.
Y todo indica que las ollas seguirán en aumento concurriendo cada vez mas personas en difícil situación.