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Rusia ofrece avifavir a Uruguay, ¿pero a qué precio?

Los países latinoamericanos que recibirán el fármaco de Moscú no han aprobado su uso contra el COVID-19. No pocos recelan de la rapidez de los estudios clínicos rusos.

El pasado 29 de mayo, el Ministerio de Salud de Rusia aprobó el avifavir «como el primer fármaco para el tratamiento del COVID-19”. El medicamento empezó a ser suministrado a los pacientes rusos el 11 de junio. Según las autoridades sanitarias del país, tanto los ensayos clínicos como los datos del primer mes de uso hospitalario demostraron resultados positivos al usarlo en las etapas inicial y media de la enfermedad.

Desde entonces, gran parte del mundo observa con recelo los avances científicos rusos contra la pandemia del nuevo coronavirus, cuyos datos científicos siguen siendo un misterio incluso para los investigadores de todo el mundo que trabajan en el mismo campo. Una mezcla entre desconfianza y desconcierto que también despierta la supuesta vacuna que Rusia dice haber desarrollado. Pese a no haber publicado ningún estudio científico al respecto, Moscú ha anunciado una campaña de vacunación masiva a partir de octubre.

Este lunes (03.08.2020) el Fondo de Inversión Directa Ruso anunció la firma de un acuerdo en virtud del cual se enviarán 150.000 paquetes de avifavir a siete países latinoamericanos: Argentina, Bolivia, Ecuador, El Salvador, Honduras, Paraguay y Uruguay. Además, Rusia también enviará suministros del medicamento antiviral a Sudáfrica y transferirá la tecnología a la firma boliviana Sigma Corp SRL. con el fin de que se produzca localmente.

Rodrigo Arce, epidemiólogo boliviano de la Universidad de Nueva York, valora positivamente la noticia: «Hay que adelantarse a las circunstancias, si llegara a funcionar y los tests clínicos salen positivos, el hecho de que ya se esté produciendo en Latinoamérica o haya un stock suficiente para paliar un poco la circunstancias creo que es positivo”, dice en entrevista con DW.

El investigador, que colabora con las autoridades de su país en la lucha contra la pandemia, recuerda que hay medio centenar de estudios clínicos sobre el uso de este antiretroviral de amplio espectro contra el COVID-19. Además, continúa Arce, «ya ha sido utilizado ampliamente y aprobado para su uso contra varias enfermedades virales”. Entre ellas, por ejemplo, la gripe.

El problema es que en estos siete países latinoamericanos todavía no ha sido aprobado su uso, según pudo comprobar DW. La falta de transparencia rusa no ayuda. «Al día de hoy no se puede decir que este medicamento sea la cura”, concede el boliviano. Defiende, por tanto, que su uso debe esperar a los resultados clínicos.

Reza el dicho que a caballo regalado no se le miran los dientes. Este en concreto no es precisamente un regalo, pero sobre todo es una incertidumbre. Y los cinco meses de pandemia ya han dado tiempo a decepcionarse con la promesa de más de un fármaco estrella contra el COVID-19.

El infectólogo argentino Roberto Debagg afirma a DW que «la información que tenemos es a través de los medios de comunicación, no hay comunicaciones que yo conozca con el Ministerio de Salud de Argentina”. En su país, explica el especialista, el avifavir no puede ser utilizado contra el COVID-19 sin la aprobación del organismo responsable, la AMMAT.

Debagg muestra recelo hacia los resultados de unos estudios clínicos y advierte contra la desinformación: «En relación con el coronavirus, toda la información que no se someta al rigor científico puede entrar en el rubro de lo que llamamos la infodemia”. Asimismo, el argentino lamenta el descrédito que sufren los organismos sanitarios si no se atienen al método científico.

«¿Por qué solo en países latinoamericanos?”

Más crítico aún se muestra Ricardo Hidalgo, médico ecuatoriano y rector de la Universidad UTE, en Quito: «Esta pandemia ha puesto en evidencia los intereses de grandes grupos farmacéuticos y también de la incursión de la política en la ciencia”, subraya a DW. «Comprendo que haya presiones para tener un tratamiento efectivo en el menor tiempo posible, pero no es prudente ni ético que nos saltemos fases importantes de los ensayos preclínicos o clínicos”.

A comienzo del pasado mes de julio, Rusia ofreció el avifavir a diversos representantes de entidades sanitarias, agencias y especialistas de América Latina. La promesa: el fármaco curaría el COVID-19 en un plazo de entre cuatro y diez días.

«Desde la academia, exigimos que su empleo se realice siguiendo todos los protocolos internacionales de bioética de la investigación en seres humanos”, continúa el médico ecuatoriano. Los gobiernos deberían haber aprendido la lección que dejaron la hidroxicloroquina y la ivermectina. En este contexto, Hidalgo llama la atención sobre las razones que llevan a Rusia a dar este paso: «¿Por qué solo en países latinoamericanos?”, se pregunta. Pero desde Moscú siguen sin llegar respuestas.

(ers)

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